
En el mundo en el que vivimos parece que todos tenemos que ser perfectos, fuertes, duros y valientes. Sin embargo, ¿qué espacio deja esto para que cada persona se pueda mostrar tal y como es, con sus luces y sus sombras, sus miedos y sus fortalezas? Porque partimos de la base de que somos personas, y como tales, somos vulnerables tanto a nivel físico como a nivel emocional. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término vulnerable es “que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”. Y como seres vivos en general, y humanos en particular, podemos ser heridos, luego somos vulnerables.
¿Qué implica la vulnerabilidad?
El término vulnerable es muy complejo. Por un lado, podemos pensar que implica fragilidad, debido a que nos abre la posibilidad de sufrir daños, de recibir o sufrir algo malo o doloroso, tanto una enfermedad como un dolor emocional. Sin embargo, todos, sin excepción, tenemos partes vulnerables, tanto físicas (propensión a infecciones respiratorias, por ejemplo) como emocionales (empatía, dolor al ver ciertas imágenes en los informativos, miedo a mostrar algunos aspectos de nosotros mismos). Y esto no es negativo, todo lo contrario. Incluso los superhéroes de los cómics y el cine tienen vulnerabilidades, ¡cómo no íbamos a tenerlas los simples mortales!
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Ser vulnerable es de valientes
Aceptar que somos vulnerables es un acto de valentía: es mostrarnos al mundo tal como somos, con nuestros miedos y nuestras sombras, sabiendo que existe la posibilidad de sufrir, pero también de disfrutar y de vivir. Si nos encerramos dentro de una coraza para que nadie pueda hacernos daño no solo no estaremos a salvo de ese supuesto daño, sino que, además, no podremos vivir con plenitud ni disfrutar de todos los aspectos de la vida. Cuanto más tratemos de negar que somos vulnerables, más daño nos haremos. Somos seres humanos, no dioses ni superhéroes, sufrimos a lo largo de la vida, pero ese sufrimiento nos diferencia de las máquinas o los robots. Ser vulnerable implica que optamos por tener relaciones verdaderas con los demás, porque nos relacionamos con ellos tal y como somos, no como deberíamos ser o como otros esperan que seamos. Ser valiente implica, en primera instancia, reconocerse a uno mismo tal y como es, pues la valentía no implica no tener miedos, sino ser capaz de superarlos y actuar a pesar de ellos. Y reconocerse como vulnerable implica aceptar nuestro interior y enfrentarnos a nuestro día a día y a nuestra vida aunque haya cosas que nos hacen sufrir. Por tanto, la vulnerabilidad no es debilidad, es coraje, siempre que la aceptemos como parte de nuestra naturaleza, y como una oportunidad para la superación personal.
Quitarnos la coraza
Cuando aceptamos que somos vulnerables y nos quitamos la coraza estamos demostrando que somos valientes, y que nos enfrentamos al mundo y a la vida tal y como somos, asumiendo la posibilidad de sufrir y sentir dolor. Aunque en la sociedad en la que vivimos priman las apariencias, y en ámbitos como las redes sociales todo el mundo parece aparentar una vida perfecta, en realidad no es así, y aceptarlo no es un fracaso, sino todo lo contrario. De la vulnerabilidad surgen muchas otras emociones y sentimientos, como el sentimiento de permanencia, la empatía o la sensibilidad, que son (o deberían ser) rasgos de la naturaleza humana.